miércoles, 27 de junio de 2018

26 Junio. Dos años, una certeza (Patri)


La certeza, la que a veces, de forma cruel, nos desgarra, decidió por mí hace dos años que ya para siempre, el 26 de junio, con fresco o con calor, bucearía en el mar de la memoria recordando confesiones, gestos y miradas, y cuidando con mimo las esperanzas y sueños de aquellos días.

Y es verdad. Un manto invisible, pero indeleble, me envuelve en este día, desde que empieza hasta que acaba, y ahonda la consciencia de lo distinta que me siento desde entonces.

Con un reclamo poderoso que no puedo negar, mis pasos se encaminan a La Maliciosa,  cuna de tierra y piedra que guarda una historia de vida en común y me refleja un presente extraño.
Subo en compañía de algunos de los amigos que le conocían de hace muchos años y que le querían -Durruti, Ricardo, Maite, Enrique-, que compartieron con Miguel montañas, momentos y espacios. Caminamos juntos, separados, reímos, buscamos figuras en los neveros, olemos los piornos en flor, hablamos mientras ascendemos la última subida antes de la cima, nos calienta el sol y esperamos la brisa.
Siento en soledad mientras miro cómo mis botas pisan las piedras y se mojan con restos de nieve, mientras noto mis rodillas, mientras nos acercamos al lugar en el que se posaron sus cenizas. Me adentro en el mar, nado en rodeos las rocas que le cobijan, recuerdo la mochila apoyada en el suelo, abierta para sacar una urna minúscula; recuerdo las banderas de su tierra, su Estado y su equipo, la emoción contenida,  la sensación de irrealidad, el impulso de Aurelio para volar las cenizas al viento, el bonito final de un final triste.

Me sobrepongo a los recuerdos y al sollozo que me llega a la garganta y pasamos un buen rato trepando por las piedras, haciendo equilibrios sobre ellas. Inmortalizamos el momento con fotos que guardaremos para siempre hasta que algún día, tal vez, nos alcance la nostalgia y queramos volver a verlas. Desplegamos la tricolor para que nos acompañe en la comida y compartimos pan,  jamón, salmorejo, ensalada y agua fresca de la cantimplora de Ricardo. Vigilante, Tango babea ante el festín, pero es respetuoso y espera paciente. Nos ha acompañado incansable y, como siempre, no me puedo resistir, y le acaricio suavemente mientras se relaja complaciente.
Miramos al cielo y disfrutamos de la llegada de nubes gigantes de algodón que refrescan el ambiente. El tiempo pasa apacible, sin ruidos, solo nosotros, con él a tan solo una mirada, con él a tan solo unos metros, con él perenne en nuestros corazones.  

Vamos volviendo, y mientras me voy alejando del lugar con una despedida asumida, sosegada. Dos años, veinticuatro meses, setecientos treinta días. Pienso a veces, o muy a menudo, o tal vez siempre en horas bajas, qué me queda por llorar, reír, sentir o vivir. No lo sé, no puedo saberlo, no necesito saberlo. Vivo el 26 de junio dos años después enfrentando una certeza con una vida, la mía, y miro de frente para, tan solo, dejarme llevar. 

La pérdida nos enseña mejor el valor de las cosas. Arthur Schopenhauer
La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada. Ortega y Gasset

  




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